Con el cuerpo cansado, mi arma aún enfundada, con un proyectil en el pecho pero con la armadura casi intacta intenté abrirte en mi página favorita, hojearte lentamente y humedecer mis dedos para pasar tus hojas...
Me quede pensando trampas de letras, números y promesas en deuda.
Así ha sido desde que inventé mis dos escudos, uno para el día y otro para la noche, como cuando éramos anónimos hablando de valor y osadía. Nuestras voces desnudas haciendo el amor leyendo textos, amándose a si mismas y vistiéndose sólo en el silencio.
Ave.