Tuesday, April 18, 2017

Ni pregunté.

Huellas, rastros que endebles persisten, letras buscando sus renglones, anhelos encrucijados en cartas sin remitentes, en bares manchados de alcohol, en memorias que nos acarician de noche.

Secuelas, heridas que nunca cierran, que se quedan como tatuajes en un cuerpo ya sin blancos, que nos dejan como dudas sin veredicto, como monstruos del amor, como huérfanos llorando en el fruto de la vida.

Así actuamos, de culo al telón de la apatía perversa, que nos queda como careta mal puesta, esperando que las manos del tiempo nos la arrebaten para consumirme de una vez por todas, mejor mañana y no ahora.

Destellos que siguen encandilando hasta con los ojos cerrados, queman como mirar el sol fijamente, luces que se prenden y apagan sin piedad, luces que nos exponen cuando dejamos de corresponder a un cuerpo foráneo, y éste a su vez ha dejado íntegra la temperatura del propio.


Así se rasga el empalme, justo cuando aparecen las últimas descargas revelando que todo fue acomodado a nuestros miedos, cuando se recuestan en la lejanía, cuando se defraudan los recuerdos, cuando lo entendemos todo, cuando lo invisible nos ataca con exactitud a cada uno de nuestros sentidos y de repente no tenemos la suficiente inteligencia para descifrar esto que nos pasa, esta tortura invariable que nos toca resistir.


AbrilV.

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