Thursday, February 21, 2019

Bersa

El gélido metal de la pistola Bersa de su difunta esposa 
era lo único que tenía para abrigarle el alma en esos sombríos momentos. 

El ruido era como de garras, tac-tac-tac,
las pisadas eran pausadas y fatigosas, 
se escuchaban como expectantes, esperándome.  

La cosa se había trasladado a la otra punta de la habitación, y para ese entonces, 
el hombre llevaba un cuarto de hora inmóvil en la cama, en silencio, 
examinando en la oscuridad, apneótico, tratando 
de descubrir la naturaleza de tal abominación.

Las gotas de transpiración fría chorreando de su mandíbula,
parecían destellos a la luz que se inmiscuía por el ventanal. 
Solo el vidrio distaba la pesada selva del interior de su dormitorio.

La cosa se posó en el centro del cuarto, las pezuñas o las garras empezaron a rasgar, 
tratando de perforar la superficie para atravesarlo. 

El ruido se hizo inaguantable y chillón entonces envuelto en pánico 
en un rapto de supervivencia decidió traicionarse prendiendo la luz 
para confrontar al mismísimo lucifer. 

La madera estaba cediéndose, el peso empezó a vencer las vigas de metal, 
él apuntó el arma hacia la bestia y gatilló varias veces, tac-tac-tac-, 
la puta madre, la pistola no estaba cargadale habían sacado las balas por seguridad. 

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